sábado, 9 de junio de 2012

GANAR O FORMAR, ESA ES LA CUESTIÓN (interesante artículo de Fernando García Alhambra)

Como director de una escuela de baloncesto y entrenador de un equipo junior desde hace varias temporadas, siempre he tenido presente las palabras GANAR o FORMAR. Pero ha sido especialmente en este curso baloncestístico, como decía el bueno de Andrés Montes, donde más he tenido que reflexionar sobre estos aspectos. 

Cuando un entrenador de deporte base dirige un equipo de chicos de baloncesto, desde el principio debe tomar decisiones a la hora de planificar y llevar a cabo su trabajo. Éstas dependen de multitud de variables como características de la escuela o del club, categoría, tipo de liga en la que participa, nivel del equipo o jugadores, recursos, entorno... Así, una vez que el entrenador dispone de toda la información que le proporciona el contexto debe definir cuáles son los objetivos y la hoja de ruta para intentar conseguirlos. En este momento, dentro de la metodología que el entrenador va a desempeñar, es cuando aparecen palabras como GANAR o FORMAR o, lo que es lo mismo, “ganar para formar” o “formar para ganar”. Ambos términos (GANAR o FORMAR) no tienen por qué convertirse en contradictorios y pueden incluso llegar a complementarse, pero en los entrenadores suele tener más peso específico uno que el otro. 

Los entrenadores que se decantan solo por la receta de “ganar”, se marcan como único objetivo alcanzar resultados en forma de victorias en los partidos o conseguir un determinado campeonato (normalmente de forma inmediata), sin importarles los medios para conseguirlo. Suelen adoptar una postura egoísta al pensar solo en su propio beneficio. Algunos ejemplos sería equipos infantiles los cuarenta minutos metidos en zona esperando el fallo del rival, especialización demasiado temprana de jugadores o la participación en los partidos solo de los chicos más dotados. Realativo a esta última circunstancia, hace un par de años en unas semifinales de un campeonato provincial de minibasket, el entrenador de un equipo mandaba a la grada a tres de los jugadores que se encontraban realizando el calentamiento justo antes de comenzar el partido (casualmente eran los menos habilidosos y según las normas los jugadores inscritos en el acta deben jugar como mínimo un cuarto entero).

En el otro extremo encontraríamos a los entrenadores que apuestan por la fórmula de “formar”. Buscan ante todo la formación del jugador, pero no solo la mejora técnico-táctica a nivel individual y colectiva del equipo a largo plazo, sino la formación integral de los chicos utilizando el basket como vehículotransmisor de valores como trabajo en equipo, juego limpio, disciplina, sacrificio, afán de superación, etc. De esta manera se procura conseguir objetivos en un futuro como formar jugadores para equipos seniors, pero primero hacer hincapié en el fomento de los valores mencionados y en la educación de actitudes positivas que le serán a los chicos muy útiles en su vida adulta, “primero formar personas y luego jugadores”. Este tipo de entrenador deja su ego a un lado y se preocupa más de la progresión de los integrantes del equipo a todos los niveles. Un ejemplo sería que el entrenador anime a sus jugadores después de haber perdido un partido restándole trascendencia a la derrota, sobre todo si han dado todo lo que tenían en la cancha. Otro caso sería no convocar al jugador “estrella” para un determinado partido por falta de disciplina (para dar ejemplo al resto del equipo). 

Comparando los dos perfiles, parece claro que el entrenador formador es el paradigma a seguir ya que promueve la verdadera esencia del deporte. Pero en el deporte como en la vida las cosas no son blancas o negras, sino que puede haber infinidad de matices. Además, la filosofía o idea de entender el baloncesto por parte del entrenador, que forma parte de un todo, interactúa con muchos agentes. Entre los más importantes están: 
  • Los jugadores son la piedra angular del proyecto y deben ser los verdaderos protagonistas. Los chicos hacen deporte por muchas razones como aprender una nueva habilidad, mejorar su forma física, encontrar amigos y sobre todo por diversión. Pero, ¿qué importancia tiene en ellos perder o ganar? Esta pregunta nos la hicimos este año el entrenador del equipo cadete de nuestra escuela y yo. Tras conseguir el campeonato provincial el equipo cadete de la temporada anterior, este año nos correspondía jugar en la liga regional, una competición mucho más exigente y con una generación con menos nivel que la que consiguió el ascenso. Teníamos dos opciones: continuar en la liga provincial donde seguramente podríamos estar en la parte alta de la clasificación o ascender a la liga regional para permanecer en los puestos de abajo. Después de valorar que en el campeonato regional los partidos se juegan a reloj parado, los árbitros son federados, el número de encuentros disputados es más numeroso y la calidad de los equipos superior, desde la escuela pensábamos que la mejor opción era jugar en la liga regional. Antes de tomar la decisión definitiva, nos reunimos con todos los jugadores para exponerles nuestro punto de vista. Les explicamos que considerábamos que era una experiencia más enriquecedora para ellos disputar la liga autonómica, que como escuela deportiva no nos importaban los resultados y era una oportunidad para que pudieran progresar más y así se notara menos el cambio a la categoría junior el año siguiente. Todos los jugadores estuvieron de acuerdo con asumir el reto comprometiéndose a no faltar a entrenamientos y esforzarse a pesar de que de antemano sabían que iba a ser un año difícil en resultados. Al final se jugó en dicha liga y los resultados no llegaban (hubo mala suerte en forma de lesiones y partidos perdidos en los últimos instantes), ganando solamente un partido en todo el torneo. Esta circunstancia repercutió en un ambiente enrarecido, poca motivación en los entrenamientos y abandono de algunos jugadores del equipo en las postrimerías de la temporada. En definitiva, los jugadores son al final los que tienen la última palabra y los que deben de estar convencidos de lo que hacen, si no es así no tiene sentido el trabajo del entrenador aunque esté bien planteado. 

  • Los padres tienen un papel fundamental en la conducta de los hijos. Seguro que todos hemos presenciado algún comportamiento inapropiado en la grada de un polideportivo, como un padre protestando a los árbitros dando mal ejemplo o incluso con insultos. También a veces de forma inconsciente pueden transmitirles valores no muy positivos después de un partido cuando llegan a casa preguntando: “¿Habéis ganado?”. Si lo principal en la formación no debe ser el resultado, quizás esta no es la primera pregunta que deban realizar y sí otras como: “¿Qué tal lo has pasaso?”. 

  • Los directivos de los clubes o directores de las escuelas deportivas son una parte muy importante del sistema, ya que tienen un grado alto de responsabilidad a la hora de marcar las pautas o el camino a seguir de sus equipos para conseguir un determinado objetivo, que dependerá en buena medida de su forma de entender el deporte. 

  • El deporte profesional sirve como espejo donde mirarse a todos los agentes que intervienen en el deporte de formación, siendo a veces una influencia no demasiada positiva ya que se trata de un modelo que solo persigue resultados al final de la temporada. 
Desde mi punto de vista la situación ideal sería encontrar el equilibrio entre el binomio FORMAR-GANAR, incidiendo, no obstante, en la formación del jugador. No hay una fórmula mágica para lograrlo, porque hay muchos factores que intervienen en este proceso como hemos visto, pero la clave será la habilidad que el entrenador tenga para conseguir esa combinación adaptándose a la situación en un contexto determinado.

En las competiciones evidentemente hay que transmitir a los jugadores la ilusión de luchar por la victoria, pero no la idea de buscarla a cualquier precio. Hay que inculcar a los chicos que los triunfos vienen como consecuencia de un trabajo previo y hay que tener paciencia para poder lograrlos. De esta manera lacompetición no hay que entenderla como un fin en sí mismo, sino como un medio formador donde los jugadores deben DIVERTIRSE ante todo. 

Si un equipo consigue a lo largo de la temporada que los jugadores no falten a entrenar, respeten las normas pactadas, se esfuercen al máximo por progresar tanto en partidos como en entrenamientos y estén cohesionados, el ÉXITO ya está conseguido, independientemente del número de partidos ganados o perdidos que refleje la clasificación. Si ponemos el acento en el proceso el éxito dependerá de nosotros mismos, si en cambio supeditamos el éxito al producto final, dependeremos también de otras variables que estarán fuera de nuestro alcance como son el nivel de los otros equipos (que también entrenan para competir), la suerte (p.ej. que entre el último lanzamiento o que nos respeten las lesiones) o una decisión arbitral en un partido ajustado.

Fuente: http://entrenarbaloncesto.ning.com/profile/FernandoGarciaAlhambra

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